De niña.., muy niña.. lo que mas me gustaba era ir los domingos a casa de mi abuelo.
Allí siempre había mucho barullo,
Mis padres, mis hermanos, mis tíos, mis primos, mis abuelos..,
Ciento y la madre metido en un cuarto diminuto.
Habían conversaciones alegres con voz levantado. Discusiones de fútbol, y charlas domesticas.
Niños jugando a canicas bajo una mesa, buscando hueco entre un espacio reducido y piernas de familiares. Y mi abuela, mujer de pocas palabras, observando todo aquello con sonrisa satisfecha y vestida con su ropa de los domingos.
Cada visita semanal se repetía la misma historia, en el mismo lugar y con la misma gente.
Y cada séptimo día de la semana, en algún momento dado mi abuelo me miraba.
Me guiñaba el ojo sin emitir palabra alguna y con leve inclinación de cabeza señalaba hacia la puerta,
Como si de un pacto silencioso se tratara también yo asentía afirmativo, y tampoco yo hablaba siquiera.
Tras ello, ambos nos escapábamos sin que nadie se percatara de nuestra marcha, dejando atrás ese murmullo de los nuestros.
Y nos deslizábamos hacia afuera y en silencio avanzábamos caminando el uno al lado del otro.
Yo con mi manita depositado en la tuya, y tu apretandomelo con fuerza y acariciando con tu dedo pulgar la miá.
Tu, que eras tan mayor para mi. Como si centenares de años tuvieras.
Con ese gorro de campesino que proyectaba una sombra sobre la mitad de tu rostro. Encorvado, buscando equilibrio en tu bastón con cada paso que dieras. Observándome con esa cara adornado de millares de arrugas entre las cuales destacaba tu mirada bondadosa.
Y yo, esa niña alegre de cinco o seis añitos, rebosando energía y sin preocupaciones alguno. Devolviéndote la sonrisa sin saber muy bien porque.
Andábamos hasta llegar a tu jardín, donde tenias plantado un huerto.
Tomates, cebollas, zanahorias, patatas y lechuga mas otra clase de hortalizas habían.
Yo en aquel entonces desconocía el porque, pero por lo visto plantaste cada semilla y mantuviste tu campito impecable hasta el día de tu marcha.
Por si de nuevo vienen tiempos peores, susurrabas viendo hacia el horizonte y perdiéndote en el pasado. Yo en aquel entonces no entendía tus frases, pero aun así y a pesar de mi corta edad absorbía cada palabra tuya anclandolo en mi memoria, porque me tenías fascinado.
Y entre frases entrecortadas y a paso lento siempre llegábamos a las peras, cerezas y manzanas.
Y bajo la sombra de aquellos arboles había un columpio..
Columpio construido por ti..
Al llegar a ello, me soltabas la mano y sujetando las cuerdas me sonreías y me invitabas con esa voz suave pero a la vez tan varonil.
-Sube..- insistías con mueca tranquilizadora detectando mi miedo.
-Que yo no dejare que nada malo te pase- susurrabas dulcemente.
Y como podía.., me subía a ese sitio que en aquel entonces me parecía la mar de alto.
Ese trozo de madera sujeto a unas cuerdas que tu "mi abuelo" sujetaba con firmeza.
-Lista niña- me preguntabas domingo tras domingo como si de un ritual se tratara bajo una carcajada.
Y - “SI”- contestaba yo emocionada.
Tras ello, me empujabas hacia delante manteniendote tras miá.
Con empujones suaves me hacías subir, levantándome cada vez un pelin mas del suelo.
Al principio estaba anclada de miedo.
Sentada sobre aquel trozo de pino que habías ligado con tanto esmero y paciencia, para que no se me raspara el trasero.
-Quedate tranquila mi niña..- decias de nuevo al notar que aun no me encontraba segura del todo.
-No dejare que nada malo te pase..- afirmabas dándome otro empujón al venir de vuelta.
Y pasaban los segundos.., minutos.., y mas minutos.., y aun recuerdo lo que pensaba de niña.
"Nada malo me va a ocurrir"
Porque detrás de mi esta mi abuelo.., y el no lo va a permitir.
Así que solté una de mis manos, que estaban agarados a las cuerdas.
Y con mis dedos intente tocar ese cielo que tan cerca me parecía.
- MAS ALTO ABUELO- gritaba al ver que aun faltaba para llegar a donde quería.
Y el con otra carcajada me empujo de nuevo, rompiendo ambos el silencio con nuestras risas.
Y digo yo abuelo.., ojala que estuvieras aquí.
Para sentarme de nuevo en tu columpio, sobre ese trozo de pino que habías ligado con tanto esmero para que no se me raspara el trasero, y pa que me empujaras hacia delante.
Me gustaria volver a escuchar tus susurros y carcajadas, que tanto me alegraban y tranquilizaban.
Porque contigo..,
NA malo me iba a pasar..,
Incluso cielo lindo podía tocar.